Cómo les leemos a los niños es tan importante como la frecuencia con que lo hacemos.
Los niños aprenden más de los libros cuando participan activamente. Para hacer que participen, los investigadores han desarrollado un método de lectura llamado Lectura dialógica. La mayoría de las personas adultas, cuando comparten un libro con un niño, leen y el niño escucha. En la lectura dialógica, el adulto ayuda al niño a convertirse en el contador de la historia. El adulto se transforma en el que escucha, el que pregunta, la audiencia del niño. La lectura dialógica son niños y adultos que conversan sobre un libro.
La lectura dialógica se basa en tres técnicas principales: hacer preguntas con “qué”, hacer preguntas abiertas y abundar sobre lo que el niño dice. Estas tres técnicas están diseñadas para alentar al niño a hablar más y describir lo que ve. La lectura dialógica puede aplicarse en niños de todas las edades, si bien es más eficaz cuando el infante tiene por lo menos 50 palabras de vocabulario expresivo.
Cuando se comparten libros con un bebé, el padre hace una pregunta, realiza una pausa y contesta la pregunta. Esto ayuda al bebé a aprender nuevo vocabulario, además de que aprende que la conversación implica “tomar turnos”. Una madre pregunta, “¿Dónde está la nariz del bebé?” Luego, señalando la imagen, dice: “¡Aquí está la nariz del bebé!”
Los niños pequeños están especialmente preparados para aprender el lenguaje. Durante la segunda mitad del segundo año, de los 19 a los 24 meses, los niños que han aprendido alrededor de 50 palabras experimentan un periodo explosivo de crecimiento de su vocabulario. ¡Estos niños con “borbotones de vocabulario” aprenden unas nueve palabras diarias o 63 a la semana! La lectura dialógica aprovecha al máximo esta etapa del desarrollo de los pequeños, cuando el aprendizaje de la lengua está en su clímax.
¡La lectura dialógica funciona! Los niños a los que se ha leído en forma dialógica están sustancialmente adelantados a los que se les lee de manera tradicional en pruebas de desarrollo del lenguaje. Los niños pueden dar un salto de varios meses en sólo unas cuantas semanas de lectura dialógica. Lonigan, C. J. y Whitehurst, G. J. (1998)
Tres pasos de la lectura dialógica
- Haga preguntas con “qué”. Señale un objeto en un libro y diga, “¿Qué es esto?” o “¿Cómo se llama esto?” Repita lo que diga el niño. Haga saber al niño que su respuesta es correcta repitiéndola: “Sí, es una serpiente”.
- Amplíe lo que diga el niño, pero de una manera breve y sencilla. Asegúrese de agregar algo corto a las frases del niño de modo que éste pueda imitar lo que usted dice. Añada: “¡Sí, tienes razón! Es un camión, un camión de basura amarillo”. La conversación puede continuar: “¿Qué está haciendo ese camión?” “Sí, parece que está tirando basura en la fosa”.
- Haga preguntas abiertas. Una vez que el niño se sienta cómodo respondiendo preguntas con “qué”, comience a hacerle preguntas “abiertas”. Las preguntas abiertas exigen más reflexión para contestarlas y motivan al niño para que use su imaginación. Las preguntas abiertas no tienen respuestas correctas o incorrectas, y envían el mensaje, “Quiero saber qué piensas”.
Otras preguntas podrían ser, “¿Qué más ves?”, “Háblame de ello”, “¿Qué pasa si…” y “Me pregunto cómo” o “¿Cómo pasó eso?” Si un niño no sabe qué decir acerca de una imagen, tal vez sea necesario ayudarlo respondiendo la pregunta usted mismo, “Pienso que él puede estar…” Los padres deben asegurarse de elogiar y motivar, y siempre seguir los intereses del niño.
Toma tiempo aprender a hacer preguntas abiertas, pero con la práctica y siguiendo los impulsos del niño se vuelve mucho más fácil. Las preguntas abiertas permiten a los niños decir lo que piensan, lo cual suele llevar a conversaciones interesantes.
¡Por supuesto, la clave es divertirse! Una forma de hacerlo es pasar de hacer preguntas a sólo leer. Por ejemplo, lea una página y luego haga preguntas sobre la siguiente página. Naturalmente, ésta es sólo una forma de compartir un libro. Los niños también se benefician cuando los padres leen un libro completo sin detenerse; esto los ayuda a entender la continuidad de la historia y disfrutar los ritmos agradables del lenguaje bien utilizado.