Desarrollo del cerebro

¡Libros, bebés y cerebros! ¡Dios mío!

Los niños nacen aprendiendo. La ciencia del desarrollo del cerebro nos dice que los primeros tres años de vida son muy importantes para la formación del cerebro del infante. Hacia el primer año de vida el cerebro crece más del doble. A la edad de tres años el cerebro del niño es el doble de activo que el cerebro de un adulto. En ese periodo prepara los fundamentos para una vida de aprendizaje y para el éxito escolar en el futuro.

Los padres, abuelos y cuidadores tienen un importante papel. Pueden hacer una gran diferencia en este crecimiento temprano del cerebro. Los bebés y los niños pequeños aprenden mejor si se les brindan cuidados con cariño y responsabilidad. Sostener, hablar y leer a los niños pequeños crea conexiones en el cerebro en formación. ¡El cerebro de un niño saludable creará billones de esas conexiones! Los científicos también nos dicen que estimular el cerebro de un bebé o de un niño pequeño se puede hacer con actos sencillos: cantar canciones infantiles, hablar de los colores y las texturas que se ven en la tienda, sostenerlos y leerles diariamente. Acciones sencillas con resultados sorprendentes.

Nuevas ideas acerca del desarrollo del cerebro del bebé

El desarrollo cerebral es complejo, pero su mensaje es sencillo: ¡Los bebés nacen aprendiendo! Los descubrimientos más recientes en neurociencia nos han dado una nueva luz sobre cómo se desarrolla el cerebro. Estas investigaciones han sido facilitadas por el desarrollo de complejas tecnologías de obtención de imágenes cerebrales, como la PET (Positron Emission Tomography o tomografía por emisión de positrones).

La estructura del cerebro no se determina genéticamente.

La forma como se desarrolla el cerebro depende de una interacción entre los genes con los que se nace y las experiencias que se tengan. Ha surgido evidencia clara que indica que la actividad, la experiencia, la unión y la estimulación determinan la estructura del cerebro.

Las experiencias tempranas afectan directamente la forma como el cerebro es “conectado”.

Al nacer el bebé, su cerebro está notablemente inacabado. La mayor parte de sus cien mil millones de neuronas todavía no están conectadas para formar redes. Algunas neuronas están programadas para desempeñar funciones específicas: la respiración y el ritmo del corazón, pero a la mayoría no se les han asignado tareas y se encuentran en espera de las experiencias en el entorno para determinar su función. Mediante las experiencias sensoriales se crean conexiones: ver, oler, tocar y especialmente saborear, estimulan el crecimiento de conexiones neuronales. Formar y reforzar estas conexiones son las tareas clave del desarrollo temprano del cerebro. A la edad de tres años, el cerebro del niño está dos veces más activo que el de un adulto y permanece así a través de la primera década de vida. El cerebro del niño forma el doble de sinapsis (conexiones) que el infante finalmente necesitará. Si estas sinapsis se utilizan en forma repetida en la vida diaria del niño, se refuerzan. De lo contrario, son eliminadas. De esta manera, la experiencia desempeña un papel crucial en el “cableado” del cerebro infantil. Los niveles de actividad decaen de manera natural durante la adolescencia, cuando el cerebro “recorta” las conexiones no utilizadas.

El desarrollo del cerebro no es lineal; hay horarios estelares para adquirir diferentes tipos de destrezas y conocimientos.

El cerebro humano tiene una extraordinaria capacidad para cambiar; sin embargo, el momento es crítico. Si bien el aprendizaje continúa a lo largo del ciclo de vida, hay “horarios estelares” para un desarrollo óptimo. Las experiencias negativas o la ausencia de una estimulación apropiada en ciertos momentos tienen efectos más serios y sostenidos. Esta capacidad del cerebro de cambiar en respuesta al ambiente se llama “neuroplasticidad” cerebral.

Las interacciones tempranas tienen un impacto decisivo en la naturaleza y amplitud de las capacidades de las personas adultas.

Los niños aprenden en el contexto de relaciones importantes. El cuidado y la alimentación tempranos tienen un impacto definitivo, duradero en el desarrollo de las personas, en su capacidad de aprendizaje y en su aptitud para regular sus emociones. La investigación sobre el impacto de los apegos tempranos confirma que el cuidado con calidez y responsabilidad es esencial para el desarrollo saludable del cerebro.